Antinutrientes, lectinas, gluten, fitatos… los humanos no están diseñados para comer granos (cereales, trigo, maíz y todos sus productos derivados). Éstos, incluso los integrales, no son tan saludables como creías (o te han hecho creer)
A parte de los compromisos sociales en ciertas situaciones y para obtener azúcar rápido de forma fácil, no hay razón alguna para comer granos. Créeme, he buscado y rebuscado en busca de una respuesta sobre por qué comer cereales es bueno, hay respuestas, pero no son lo suficientemente buenas. Vamos a ver algunas de las típicas respuestas (que no suelen ser muy elaboradas):
Porque… fibra.
Los humanos no necesitamos fibra. Si a lo que te refieres es a la sobrevalorada capacidad de la fibra para mover el tracto interno, hay que decir que tiene unas consecuencias no deseadas. Hace unos años, científicos descubrieron que los alimentos altos en fibra “golpean contra las células que cubren el tracto intestinal, rompiendo su cobertura externa” lo que “incrementa los niveles de moco lubricante”. Lo cual suena horrible. Los autores del estudio dicen que es algo bueno. Pero en mi opinión, y repito, esta es mi opinión personal, que esto ocurra no me parece algo saludable.
No me convence que una cantidad diaria masiva de fibra insoluble sea tan esencial. Además hay fibra natural y en cantidades más que suficientes en las frutas y las verduras.
Porque… vitaminas y hierro
Es verdad. Necesitamos vitaminas y minerales, como la vitamina B1 y B2, magnesio y hierro. Pero ¿realmente necesito obtenerlos comiendo granos voluminosos y altos en carbohidratos? No. Intenta buscar unos cereales que puedan competir en nutrientes con un buen plato de ensalada. No lo encontrarás.
Porque… la pirámide alimenticia
La sabiduría convencional sitúa los granos en la base de la pirámide alimenticia. Esto no significa que sea lo correcto. A veces hay que criticar y analizar el por qué de las cosas antes de seguirlas ciegamente. ¿Has pensado en los intereses económicos que puede haber detrás de estas recomendaciones? Los granos son, en comparación con otros productos agrícolas, muy baratos y suficientemente fáciles de cultivar en grandes cantidades, son fáciles de almacenar sin que se estropeen, por lo que es una materia prima barata que se convierte en un producto que al ser tan “súper saludable y vitamínico” se vende a precio de lujo.
Hay una razón por la que los granos son uno de los alimentos más importantes que hay que evitar: su inclusión en una dieta saludable carece de sentido o razón alguna. De hecho, si una persona media con salud mediocre me preguntara las principales cosas que debe evitar para mejorar su salud le diría que evitara el azúcar (dulces, refrescos y zumos artificiales) y que pare de comer alimentos derivados de granos.
El problema fundamental de los granos es que son un alimento típico del neolítico al que los seres humanos no se han adaptado todavía como para incluirlo en su dieta . Los granos de cereal fueron clave en la revolución agrícola en el neolítico: el trigo, el farro, el mijo y la espelta formaron la base de la agricultura neolítica. Podían ser almacenadas durante meses, eran lo suficientemente fáciles de cultivar en cantidades masivas para alimentar a una población creciente y promovieron la construcción de asentamientos fijos. Además eran fáciles de acumular por lo que probablemente fueron una forma primitiva de dinero (y por extensión una forma potencial de división social).
El problema es que eran pequeñas y duras piezas que ni siquiera sabían bien y requerían un montón de transformación simplemente para hacerlas comestibles, debido a sus antinutrientes tóxicos.
Antinutrientes tóxicos
Los organismos vivos generalmente no quieren ser comidos por otros organismos. Ser digerido, suele interrumpir la supervivencia y reproducción de la especie (conceptos básicos de la naturaleza). Para evitar dicha consumición, algunos organismos emplean diferentes métodos de defensa.
Por ejemplo los conejos tienen orejas grandes y una musculatura que le permite detectar y evadir a los depredadores. Las ballenas azules son muy grandes para caber en alguna boca, mientras que los puercoespines son un poco incómodos de morder. Lo que quiero decir es que los animales tienen sistemas de defensa activos. Pueden correr, pelear, saltar e incluso recurrir a nuestras emociones para sobrevivir (si alguna vez has visto un pequeño gatito o perrito ahora es el momento de que te des cuenta de que esos ojitos grandes y tristes que hacen que te den ganas de mimarlos no es accidental). Mientras tanto, los depredadores están continuamente intentando adaptarse para sobreponerse a estas defensas.
Las plantas, por otro lado, son organismos pasivos sin la habilidad de moverse o pensar. Deben utilizar diferentes tácticas para asegurar su propagación, y normalmente tienen que confiar en fuerzas externas para propagar sus semillas. Así varios son los métodos “diseñados” para disuadir la consumición y que la semilla pueda ir a donde debe. Las nueces tienen cáscaras duras y los granos tienen antinutrientes tóxicos, lectinas, gluten y fitatos. (Por supuesto hay algunas excepciones obvias, las frutas son sabrosas y nutritivas para que los animales las coman y excreten las semillas, preferiblemente en terreno fértil. La semilla permanece intacta durante el proceso digestivo, es indigerible por diseño. Ninguna semilla quiere ser digerida, porque sería contraproducente. Las semillas “quieren” ser tragadas o llevadas por el viento, o transportada por una abeja a otra flor, pero no quieren ser digeridas.)
Algunos animales están claramente adaptados a consumir granos. Los pájaros, los roedores y algunos insectos pueden sobrellevar los antinutrientes. Los humanos, sin embargo, no pueden. Quizás si éstos representasen una gran parte de la dieta de los humanos en su historia primitiva, las cosas serían diferentes. Algunos de nosotros podemos digerir los productos lácteos, y tenemos la enzima amilasa presente en nuestra saliva para descomponer el almidón si hace falta, pero simplemente no tenemos los mecanismos necesarios para mitigar los efectos negativos de las lectinas, el gluten y los fitatos.
Las lectinas son malas. Se unen a los receptores de insulina y a las paredes intestinales, y aparentemente causan resistencia a la leptina. Y la resistencia a la leptina predice un “empeoramiento de las condiciones del síndrome metabólico independientes de la obesidad”. Horrible.
El gluten es incluso peor. Presente en la harina, el centeno y la cebada, está compuesto por las proteínas gliadina y glutenina. Alrededor del 1% de la población son celiacos, personas que son completamente intolerables al gluten. En los celiacos, cualquier presencia de gluten en la dieta puede ser desastrosa. Estamos hablando de falta de vitamina D3 y calcio, hipertiroidismo, problemas óseos etc. Pero el problema es que sólo por que no seas celiaco, no significa que no eres susceptible a los efectos negativos del gluten. Un estudio muestra que un 29% de personas asintomáticas (lo que quiere decir no celiacos) dieron positivo en anti-gliadinas IgA en sus heces. Las anti-gliadinas IgA es un anticuerpo producido en tu intestino para defenderse de las gliadinas, un componente principal del gluten. Básicamente, las anti gliadinas terminan en tus heces porque tu cuerpo sintió una amenaza, el gluten.
Los fitatos son también un problema, porque hacen que se reduzca la absorción de los minerales ,tanto los buenos como los malos (por ejemplo el calcio, magnesio y el zinc). Ahora ya sabes a dónde van todos esos minerales y vitaminas añadidos a tus cereales…
Entonces, ¿cuál es la razón de la alta presencia de granos en la dieta moderna? ¿Hay alguna razón para alguien (que tenga acceso a carne, frutas y verduras) para confiar a los granos una gran parte de su ingesta de calorías?
La respuesta es un no absoluto. No necesitamos los granos para sobrevivir. De hecho, han evolucionado para naturalmente repeler a los insectos y los homínidos. Mi sugerencia es que captemos la indirecta y dejemos de comerlos.
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